En un club de pádel del Vallés, cuyo nombre no puedo acordarme, no hace mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de tenis, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro; gran madrugador y amigo del deporte.
Es pues de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso, se daba a la práctica del pádel con tanta afición y gusto, que olvidó casi del todo el ejercicio del tenis, y llegó a tanto su curiosidad que decidió llevar a cabo la consecución del título de técnico deportivo en pádel.
En resolución, él se enfrascó tanto en su práctica y docencia, de manera que vino a perder el juicio, convirtiéndose así en un loco por este deporte.
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